A lo largo de la vida todos tenemos nuestras
dosis cotidianas de desazón, desengaños e inclusive de experiencias que nos
conducen al fracaso. La diferencia entre unos y otros la constituye la manera
en la cual nos aferramos a esos estados emocionales negativos, y es que para
algunas personas el simple hecho de
dejar ir estas vivencias se convierte en un reto constante que pareciera
impulsarles a elegir el camino del pesimismo y el deseo inquebrantable de
amargar su propia existencia.
Lo
cierto, querido lector y estimada lectora es que NO nacemos pesimistas y mucho
menos destinados o encaminados a vivir experiencias que amarguen nuestras
emociones y empañen nuestros momentos de felicidad, por el contrario, este arte
tan bizarro de ver el vaso vacío aunque esté lleno, se constituye como una
forma de enfrentar las circunstancias de vida que se aprende a lo largo del
tiempo. El nacimiento de este estilo de afrontamiento negativo quizá está
asociado a la idea de que nos resulta mucho más fácil sentarnos a llorar por
las cosas negativas vividas, que
enfrentarlas y salir adelante buscando soluciones y nuevas opciones. El ser
negativo en todos los aspectos impacta tanto nuestras experiencias de vida, que
inclusive pudiese llegar a pronosticar toda suerte de desgracias.
De hecho, hay personas que pareciesen tener un
radar para capturar situaciones negativas o una nube negra sobre su existencia.
Veamos un ejemplo de ello en la pluma de Winston Churchill “la salud es un
estado transitorio entre dos periodos de enfermedad y que por lo tanto no
augura nada bueno”, más allá de lo curiosa de la frase, nos reporta una
realidad para muchos conocida, ¿cuántas veces hemos vivido u observado a otros
pasear sus emociones y acciones en el temor constante de la enfermedad, pese a
que su cuerpo goza de plena salud?, apuntando otras esferas: ¿cuántos momentos
he empañado sintiéndome mal por un “te quiero” simplemente porque se dio
después de que lo pedí?, ¿cuántas veces me he limitado a vivir una experiencia
por tener la “seguridad plena” de que se repetirá lo negativo del pasado?,
¿cuántos días me levanto sintiéndome víctima de mis circunstancias de vida?, ¿en
cuántos momentos me he enfrascado en que algo es simplemente blanco o negro sin
oportunidad de ver lo colorido de las situaciones?, ¿en cuántas oportunidades
me he molestado por enterarme de cosas que no me incumben?, esta es una aproximación de las muchas
situaciones que sirven como ilustración para entender este arte de amargarse la
vida.
De allí que, la envidia, la manía persecutoria,
el razonamiento excesivo, la percepción negativa de las acciones ajenas, la
baja autoeficacia, la negación a asumir o cumplir responsabilidades, el
aferrarse al pasado negativo, la rigidez del pensamiento, el perfeccionismo
entre otras acciones se constituyen como las armas perfectas para llevar a
término la profecía autocumplidora de que “todo saldrá mal simplemente porque
soy YO”.
Visto desde este punto, para poder tener una maestría ganada a punta
de sudor y lágrimas en esta faena de amargarse la existencia debemos suponer o
predecir las cosas de manera negativa, aferrarnos a la idea de no hacer nada
ante las situaciones, posterga continuamente los placeres, torturarnos
permanentemente pensando en todas las cosas negativas vividas o por vivir,
aplicarse adjetivos negativos para definirse como persona, nunca perdonar
nuestros errores, creer que sólo nosotros tenemos la razón, negarnos a aceptar
ayuda y crearse problemas reales o no,
debilitando nuestra capacidad para asumir las responsabilidades y aferrarnos a
la idea de que nada cambiará. De ese modo, la probabilidad de que algo negativo
nos ocurra aumentará de forma significativa.
Es claro, querido lector y estimada lectora que
la idea de amargarse la vida a propósito es un arte, que implica amarrarnos a
la desgracia y vivir negativamente nuestros días. Este fenómeno se constituye
como una elección personal, que lleva tiempo y esfuerzo, pues implica colonizar
nuestros pensamientos y acciones para afrontar las situaciones de una forma errónea. De este modo, se asume que la
felicidad más que una meta absoluta es un algo por lo que se debe accionar día
a día, apostando y trabajando para cultivarla. Es válido entender que muchos
apuestan por la felicidad y muchos otros por la desdicha, mi invitación es a
permitirnos vivir con mayor soltura las situaciones que nos conducirán a
minimizar y desaparecer nuestros males, apostando por nuestras
responsabilidades y buscando siempre el confort de sentirnos bien. Recuerda que
un pensamiento positivo, tal y como cita el famoso eslogan publicitario, “es
mejor tenerlo y no necesitarlo que necesitarlo y no tenerlo”.